sábado, 25 de enero de 2014

El beso primero…

El primer beso de nuestras vidas, es ese que estrena nuestros labios. Sin embargo, vale decir que luego de ese, vienen lo que llamaría las primicias, es decir el ansiado primer beso que damos a quien nos atrae, a quien deseamos, a quien hemos empezado a amar…
El primer beso de mi vida lo di a los cinco años. En aquel tiempo mis días transcurrían junto a un grupo de amiguitos. Niñas y niños con quienes solía jugar todos los días de esa, mi vida de niña, la que transcurría en perfecto jolgorio y alegría.
Una de mis amiguitas se llamaba Claudia, y vivía en uno de los edificios de departamentos que quedaban casi enfrente de mi casa. Mi madre solía, por las tardes, visitar a la mamá de Claudia y entre conversación y conversación tomaban el té. Mientras, nosotras revoloteábamos y correteábamos, o simplemente íbamos a su habitación a jugar.
No recuerdo bien cómo fue que llegamos a ese momento. Sólo recuerdo que una tarde, mientras jugábamos a “no sé qué”, de pronto nos miramos. Yo me acerqué a ella, a su rostro y así fue que sentí el calor húmedo de su boca en la mía. Ella no se apartó, y yo me quedé ahí, quieta, saboreando el dulzor de su boca de niña.
Lo que en un principio fue un juego, se convirtió en una suerte de ritual. Cada vez que llegaba con mamá a su departamento, ella me llevaba hasta su dormitorio y tras unos minutos de juego, empezábamos a besarnos.
Una tarde, como presintiendo que nos podían atrapar en esas andanzas, y como adivinando, tal vez, que aquel jueguito no sería, precisamente, del agrado de nuestras respectivas madres, Claudia me llevó a escondernos debajo de su cama. De esa forma, si alguien entraba a la habitación, tendríamos tiempo de esconder lo que hacíamos.
De ese juego inocente recuerdo la inquietud en mis entrañas, mezcla de ansia, de nerviosismo, de placer. Un placer desconocido, al que no pude ponerle nombre si no mucho, mucho después.
Recuerdo también la sorpresa inicial al sentir por primera vez la humedad y la tibieza de aquella boca, mezcladas con aquel sutil aroma a pan con mantequilla.
Con ese primer beso, y los que vinieron luego; teniendo “aquello” dentro mío que me movía a buscar ese contacto; con la sensación que experimentaba en el momento previo, en el durante y el después, con todo ello junto y revuelto en mi ser, mi mente de niña tuvo la certeza de que había “algo”, un no sé qué diferente en mí.
Yo crecí, y junto conmigo creció esa poderosa sensación; ese gusto... 
Ese beso precoz se convirtió, sin saberlo entonces, en una revelación temprana, el descubrimiento de un tesoro interno, mi primera fase de conocimiento.

jueves, 23 de enero de 2014

Papillón





Mood: “Estoy al borde, de la cornisa, casi a puuuuuuuuuuuuunto de caer… “ (Persiana Americana, Soda Stereo).  Mentira, pero estoy tan cansada, a un día de salir de vacaciones, que el día se hace eterno, a pesar de que no paro haciendo cosas, la mayoría entretenida, excepto los cachos.  Mi destino es el sur, lugar donde pasaré quince días, tal vez estacionada en unas cabañas que en internet se ven hermosas (y que ya sé tienen wifi), y tal vez dando vueltas por los alrededores, lugares que tengo muchas ganas de conocer.

Llevo el último libro de Fuguet “Tránsitos” (cero milla, de paquete) y un muy antiguo ejemplar “Papillón”, de Henry Charriere, que encontré hace poco en una feria de las pulgas; este último lo leí en la adolescencia, y que junto con “Archipielago Gulag” de Aleksandr Solzhenitsyn, (nombre que tardé en aprender a pronunciar), fueron parte de los primeros libros que leí.  Recuerdo que tal fue mi fascinación sobre un hombre que alcanza la libertad, que le escribí una carta a Henry Charriere, que no sé cómo la puse en un buzón y debo haberla enviado a la editorial, pero como me cambiaba tanto de casa, nunca supe si hubo una respuesta.

Antes leí “Love Story” de Erich Segal, que la llevaron al cine interpretada por Ali MacGraw y Ryan O'Neal;  me recuerdo niña (doce o trece años, que en esa época era ser realmente niña), llorando por la emoción de una chica que muere y el dolor del amado.  Esa vez escribí un cuento, en que una “yo” chiquitita se subía al escritorio de Erich Segal, el autor, y lo interpelaba por haber matado a “Jenny Cavilleri”.  No recuerdo las palabras exactas, pero la historia era una conversación sobre la vida y la muerte, y mi intención de que él cambiara el final de la historia.


Después de eso escribí cartas a Lobsan Rampa, al mismo Fuguet (mi alter ego) y a Isabel Allende, y que son críticas a sus libros, o conversaciones en mi cabeza que tengo con los autores, o cosas que "necesito" que lean. Solo uno me respondió, en una revista de papel couché, por supuesto todo en el anonimato de quienes somos famosos y escribimos con seudónimos, ja!


Ahora leo “La soberbia juventud”, último libro de Pablo Simonetti, página 67, y está muy bueno.  Los últimos libros no me han encantado, creo que no han estado tan bien construídos como “Madre que estas en los cielos”, por ejemplo.  Pero al igual que Fuguet, se les perdona todo por el placer de leerlos.  Tengo una pila inmensa sobre una mesa lateral en my room, de cosas para leer o releer, así es que veré que mas puedo llevar a las vacaciones, uno de los “must” del placer.


Paz...


Fui adoptada a los 3 meses de edad. Llegué al que sería mi hogar, envuelta en una ropita diminuta y en misterios sin descifrar.
La primera mujer que me regaló sus días fue mi madre biológica, de la que nunca supe nada, salvo que heredé sus curvas y su mirar.
De mi padre, un retrato me devolvió mi propia imagen con gomina y, claro, guitarra bajo el brazo.
La segunda mujer que se fijó en mí fue mi madre adoptiva. Margot se llamaba, y la he mencionado muy pocas veces en mis blogs. Apenas tenues luces, esbozos.
Supongo que fue porque con los años costó conciliar muchas cosas relativas a ella y a nuestra relación. Supongo que, como lo dije alguna vez en un poema, sangré durante mucho tiempo de la herida en mi égida, a causa de mi exilio familiar, pero principalmente del de ella.
Hoy, con más años en los huesos, y el valor del perdón sumado a mi cuenta, no puedo si no ver a la niña que ella fue: la niña asustada y vulnerable ante un padre déspota y autoritario, forzada a lidiar con miles de demonios y fantasmas en soledad, y aliviada esporádicamente por la mano dominada de su madre.
Veo a la muchacha, que, a la usanza de la época, fue forzada a un matrimonio sin amor, con un hombre a su altura social, pero de pequeña estatura mental y emocional. Veo a la mujer que, educada y criada como niñita bien, sin mayor instrumento de supervivencia que su porfía y su orgullo, luchó, finalmente sola, por sacar adelante su vida y, con ella, a sus hijos.
Veo también a la mujer presa de sus incongruencias, inconsecuencias, de sus prejuicios, falsas verdades y venalidad; veo a la mujer dolida con la vida y esperando el amor, amor que llegó a su vida apenas días antes de su muerte...

No busco ya explicaciones, ni siquiera responder, a estas alturas a tantos por qué que quedaron mudos, agarrotados, prisioneros del silencio.
No busco entender lo que, sin quererlo, queda lejos de mi entendimiento.
No busco ya el consuelo porque ya no tengo el dolor.

Busqué paz. Paz para vivir mi vida, entendiendo que el valor o la importancia que uno puede darle a las cosas, las situaciones, los hechos, los dichos, lo que sea, esa importancia impregna todo ello de un poder tal que viene a lastimar; un poder que, llegado el momento, se hace insoportable. Y yo no quiero que nada tenga ese poder. No quiero darle ese poder tampoco a nadie.
Hoy, tengo esa paz. No es una paz perfecta, pero también entendí que la perfección no existe. No al menos en este plano. Tengo ya esa paz conmigo, y con ella me alcanza para el resto por venir.

Historia de los objetos: La cama de Noemí.


Tendría como unos siete años cuando el juez de menores ordenó que pasara  mis vacaciones escolares en la hacienda donde vivía y trabajaba mi madre biológica, “Estancia La Victoria”. La verdad sea dicha, a mi nunca me preguntaron si deseaba disfrutar de vacaciones en el campo. De haberlo hecho mi “No” hubiese sido irreversible. Si bien la ciudad donde nací no era que digamos la gran ciudad,  desde que tengo uso de razón, he sido un animal urbano.

Detestaba el campo con todo mi ser. Eso de mirar en lontananza hasta que la vista se perdiera me daba sensación de vacío y el aullido de los lobos poblando cada rincón de la noche interminable más que miedo, me generaba angustia. Pero cuando uno es niño no se gobierna solo, y en aquel entonces, a mi más que padres me gobernaba un juez.

En la hacienda siempre había invitados y eso me agradaba porque me gustaba observar a la gente grande proveniente de otros mundos diferentes al mío. Gracias al cielo, una noche, hubo una fiesta. De esas fiestas en que los adultos suelen ponerse un poco loco. Como siempre, mi madre se durmió antes y de esa manera sigilosamente como felino dispuesto a la aventura, me escape de la recámara y me fui a la sala donde la fiesta estaba en pleno apogeo.

Mis ojos se llenaron de ilusión cuando ví un montón de gente extraña, diversa, exótica riendo, bailando, besándose, fumando, tomando. Alguien tocaba el piano. Alguien que confundí con un ángel. Y cómo desde temprana edad a mí los íconos religiosos me estimulaban la piel sólo atine a pararme junto al magestuoso instrumento.

Extasiada contemplé el rostro anguloso de la pianista. Sus dedos largos jugando con las teclas del piano, su movimiento de hombros, su piel blanca y sus ojos claros. El imán de su alma se coló por mis ojos, por mis oídos, por mi dedos cuando tomó mi rostro entre sus manos y me preguntó por qué razón no estaba durmiendo.

Foto: forjanatura.com
Entonces sin pensarlo dije:

-Porque extraño mi cama.

Sonríendo me tomó de la mano y me sacó de la fiesta recordándome que no eran horas de estar levantada. Cruzamos la sala, y me parecía tan flaca, tan alta, tan elegante envuelta en un vestido sin espalda. Cruzamos el patio interior, el que tenía un aljibe en el medio y baldosas en blanco y negro como tablero de ajedrez...me parecía un hada con su pelo recojido, sus anillos de plata y sus aretes redondos.
Me parecía que caminar se había convertido en volar y que volar era maravilloso.
Me parecía querer que la puerta de la recámara no llegara nunca.

- No quiero dormir sola, tengo miedo - le dije.

- No tienes que dormir sola, dormirás conmigo.

Así fué que Noemí me llevó a su cama.
Una cama grande, la cama más grande que mis ojos habían visto. Una cama de bronce, con barrotes. Una cama alta, tan alta que pensé no podría subirme en ella.
Y mientras frente al tocador quitaba su maquillaje, desabrochaba su ropa, se enfundaba en su bata de seda mis ojos embelesados,  no podían dejar de  mirarla. Entonces recuerdo cómo un halo de energía nueva se apoderó de mi cuerpo. Una revolución interna dió paso a la necesidad de querer tocarla.

Noemí se metió en la cama. Supongo que algún instinto maternal se apoderó de ella y yo que nunca fuí lenta, aproveché la situación para cumplir mi deseo, le abrazé.

- Me gusta más tu cama que le mía - le dije.
- Quizá te gusta porque es mi cama- me dijo.

miércoles, 22 de enero de 2014

Divagación en verde…

Planetaverde
Verde Sur es el nombre que le he dado al pueblo en el que vivo hace ya casi 4 años. Le llamo así porque suele tener un verde perenne, aunque este año, como ninguno desde que vivo aquí, ha sido bastante caluroso, y ese calor ha hecho que, rápidamente, el verdor desaparezca con prontitud.
El verde (pistacho de preferencia), es mi color preferido; las piedras verdes (como la turmalina) son las propicias para Libra, mi signo zodiacal babilónico; el zafiro verde es la piedra del tigre, mi signo zodiacal chino; nací en Primavera, época en la que despunta el verde, y según los chinos, la primavera es… la estación perfecta para el tigre.

Verde que te quiero verde
verde viento verdes ramas
el barco sobre la mar
el caballo en la montaña.
Verde, que yo te quiero verde.

(Federico García Lorca)

martes, 21 de enero de 2014

Una Ciudadana del Mundo

Recorrido de otoño a casa
en mi recordado Chile
Me gusta como suena este piso de hojas, palitos y arenilla bajo mis zapatos.
Me gusta llegar así a casa.
(hago un cálculo rápido del tiempo que ha pasado, antes de abrir la puerta y comprobar que mi bicicleta haya quedado bien afirmada).
Vaya tiempo fuera...

Mientras me descuelgo el bolso del hombro, aun me resuena... "reinventarse en ambos"
Imposible no esbozar una sonrisa, de esas que ocultas rápidamente cuando adviertes que alguien te mira… jajajaja
Pienso que al final, así fue: Me reinventé en lo amargo y también en lo dulce.
Y no, no tenía escapatoria alguna, de todo aquello.

Soy una Trotamundos oficial con una melena muy despeinada, que ha ganado algunas canas de tanto viaje y andanza. Viajes desde dentro y viajes hacia todos los polos que una brújula apunta.

Tengo algunas ideas vagas de cuándo comencé a moverme. De cuándo las maletas y artículos de viajes fueron tomando más espacio en mis armarios, de cuando comencé a entender el mapamundi…
Y de pronto, puaf!! estaba allá afuera, lejos de la burbuja tan cómoda y apacible que me crearon para vivir mi supuesta vida de “niñita bien”.
(recuerdo mi estampa de la época y vuelvo a sonreír: Niñita bien, y por fuera sí que lo parecía Dios!) 

Por opción (y aunque luego supe estaba escrito para mí) me convertí en una Ciudadana del Mundo.
Apelativo que me fueron regalando, todos esos lugares y todas aquellas personas que me ofrecieron algo para el camino. Cosas que fui atesorando hasta hoy, en mi alforja personal.


Ya desecho mi bolso y todo muy bien doblado y guardado (reminiscencias de vida de niña bien jaja) alargo un poco más la mano al fondo, en busca de esos pequeños tesoros y pienso en la última vez que las vi...
Creo fue en ese departamento alargado. Recuerdo la cerveza, el vino, una terraza, algunas en la cocina… no, no, Santorini y Orgasmo en la terraza y alguien más fumaba, seguro Athe. Guidai, mi compañera melenuda de estudios, yo y alguien más, con unas cervezas en la cocina. Risas, abrazos, palabras… qué canción era la que sonaba?


Vaya que increíble ha quedado este espacio! Si no fueran estas mujeres, habría jurado estar viviendo un Deja Vu.
La guitarra debe ser de Athe y seguro todos esos libros los ha traído Santorini.
Reconozco en las velas el detalle de Guidai y mi querida Orgasmo, veo que sigue lidiando con su ordenador.
Advierto que casi todas ya han llegado y ubicado su lugar. 
Suerte me dejaron esta habitación con luz de atardecer, mi hora favorita para contarles todas las historias que traigo.
Historias!!! joder dejé las alforjas de mi bicicleta allá afuera. Uff que despistada!
Tanto me envuelve, que olvidé por completo todos estos paquetes que he traído.

Creo estar impaciente por ver la cara de todas, y más cuando comprueben que ahora uso zapatillas en vez de tacón, pero casi siempre voy descalza; que los traje de lino los cambié por unos amplios pañuelos que me los enredo entre el cuello y los hombros; las 4 ruedas las cambié por dos y que aunque las carteras siguen siendo mi accesorio favorito, las alforjas más bellas me las bordaron en unos montes del sudeste asiático y son mi lugar favorito para guardar mirra y cuando pedaleo a hacer la compra del día. Quiero ver sus caras cuando se enteren que unos papeles y mis sábanas, certifican que me casé…


Hay quienes me han dicho que debe ser muy duro no ser de ninguna parte, pero más bien creo que he sido una bendecida, por ser de muchos sitios…
Ser una ciudadana del mundo, me ha traído los regalos más simples, pero los más definitivos a mi vida. 
Aprender a reinventarme en lo amargo y en lo dulce, me ayudó a recordar que cada una de estas cicatrices, sí han valido la pena.
Que sí hay un mapamundi que lleva mi huella (y la de todas) y ningún recorrido, ni mudanza, ni muda de piel, ha sido en vano.

Me daré una ducha para esperarlas, seguro han salido a caminar por la arena o mejor aún, a por la cena! jeje
Además ese sillón de afuera tiene una pinta de buen anfitrión, todo el rato!!
Aaaaah, que bueno es estar aquí. Que gusto iniciar este viaje con tan magnífica compañía.

Vuelvo a sonreír, mientas compruebo que el agua no está demasiado fría.

Hoy…

agua Hoy la tierra huele a humedad. La lluvia dejó de caer hace apenas unas cuantas horas, y con cada una de sus gotas refrescó un suelo que, como pocas veces en este Verde Sur, lucía seco y descolorido.
Esa misma lluvia abre bajo mis dedos una nueva ruta. Quizás una reinvención. Tal vez lo sea. Tal vez no.
Sólo sé que en estos años hubo un largo silencio. Un silencio travestido de urgencia, de angustia, de desvelo, de un porvenir incierto…
Recorrí muchos caminos en ese silencio. Exploré muchas sendas hasta entender, finalmente, que no hay porvenir… Entendí que no hay más momento que el hoy. Por eso tengo claro también que, en el medio de ese silencio en el que me perdí, me re-encontré. Y es que si me perdí, simplemente fue para volver a empezar.

lunes, 20 de enero de 2014

Muda, Mudar, Mudarse, Mudando, Mudanza...



Hoy hablando con Guidaí y pensando en escribir algo, me ha nacido escribir de las mudanzas…

Alguna persona que guste de las citas rápidas podría decir algo así como “por sus mudanzas las conoceréis…” Y si bien es cierto podemos hablar y/o escribir de mudanzas internas y externas, hoy hablaré de las externas, que causalmente van seguidas o antecedidas de las internas, aunque la casa interna siempre es una misma, es posible habitar en la cocina, o mudarse al salón o quizá trasladarse unas semanas a la habitación. Creo que en lo personal estos últimos días estoy en el jardín y la terraza de la casa interna de “yo misma”. Pero bueno eso es menester de otro post.

A modo de recuento cierro los ojos y pienso cuantas veces me he mudado de casa… y el resultado es ¡muchaaaas!... Ya perfeccionaba mi estilo de “trotamundos” cuando estudiaba, pues por tema de distancias y grupos de estudio, era factible que me pasará varias semanas fuera de casa de mis padres, generalmente en los alrededores de Santiago o incluso en el mismo Santiago, en pro de la ley del mínimo gasto de tiempo en traslados y el máximo gasto de tiempo durmiendo  y estudiando, no vayan a pensar que era una empollona (matea), pero sí aplicada y organizada.

Mi primera casa, me la dieron para vivir cerca de un trabajo, quedaba a una hora de Santiago y estaba en territorio rural y yo la hice más rural, porque me cambie sin que la casa estuviese terminada, es más creo que se llamaba casa por tener paredes, techo y puertas. Era una casa abandonada que escogí y mande a reformar “conmigo adentro” a mi completo gusto, dentro del escaso presupuesto asignado. Eso me costó estar varias semanas sin luz, sin agua (no crean que soy sucia, me duchaba en mi trabajo a 10 minutos en bicicleta, en ese tiempo tenía un trabajo curioso) y de regreso, en cada lado del volante de la bici, un bidón de agua. Lo mejor vino después de que todo estuviese marchando, las puestas de sol, mi perro, saxofón, en invierno el fuego a tierra un buen vino y libros.

Un par de años más tarde cruce el charco y comenzó mi expedición en el sur del norte. La ciudad que me acogió dice tener unos 120 mil habitantes y se puede recorrer caminando, pues yo, me mudé seis veces de piso en período de un año, y tuve casi la misma cantidad de compañero/as de piso. Me puedo jactar de que conocí muy bien la ciudad y sus múltiples barrios y callecitas; digamos que la máxima calma fue el siguiente año, cuando estuve ocho meses en un mismo piso, tiempo suficiente para coger rutina y disfrutar.

Tras ello crucé el charco nuevamente al sur del sur y otra vez cambiar de casa, ahora en un barrio de todo mi gusto aunque bastante criticado por ser “snob”, en ese tiempo era mucho más conveniente alquilar ahí, aunque era una pequeña caja de fósforos, estaba muy bien y fue el epicentro de varias veladas.  Me pase un año y meses por ahí, comprando fruta en el kiosco de la vuelta, pan al frente, caminando mucho y paseando por los bares los días libres, el pequeño mercadillo de cosas antiguas, el cine, el teatro, las librerías.

Debo decir, en justicia a mis raíces,  que cada vez que cruzaba el charco de regreso había un par de meses que me los pasaba en casa de mis padres, situación que sucedió por última vez en esa oportunidad antes de cruzar nuevamente el charco al sur del norte. Y otra casa nueva, aunque la compañera de piso ya era conocida. Pero en ese piso pasé por dos de las tres habitaciones en pocos meses. Y tras conocer a la mujer de mi vida, otro cambio de casa, hogar que nos vio en pleno romance y contempló junto a nuestro hijo-perro los inicios y cimientos de nuestra relación.  Tras una breve expedición de vacaciones y estudios al sur del sur, decidimos probar y trasladarnos (con camas y petacas) para intentar hacer la vida allá. Y adivinen qué !Otra vez cambio de casa!, a un pequeño departamento muy bien situado que nos acogió por cinco meses, para más tarde pasar por casas de las amigas alternadamente hasta volver a cruzar el charco, está vez para vivir por algunos meses en casa de la familia de mi mujer en el pueblo, pueblo que le vio nacer y crecer, pueblo en el cual nos casamos. 

He leído de nuevo para corregir algunas faltas y me he mareado, tanto trajín, tanto cambio, tanto volver a empezar, pero no es un reproche a mí misma, ni a la vida, por el contrario es un agradecer porque como dije en un comienzo, se podría decir que “por sus mudanzas les conoceréis”… Con ellas y en ellas han participado amig@s entrañables, que agradezco a la vida infinitamente, como me comentara una vez un amigo los lugares se hacen en su gran mayoría gracias a las personas que habitan en ellos... 

Acabando ya de hacer el recuento me he agotado, y eso que mañana taratatán tatán… ¡nos cambiamos de casa!... Hoy fuimos a ver un piso muy “cuco” y “chulo” como dicen acá (vendría a ser algo como muy lindo, muy cuidado) si decimos “cuco” podrían pensar que el piso está habitado por fantasmas o al menos asusta, y si digo que es “chulo” allá pueden pensar que es de baja categoría… en fin las cosas que tiene la lengua; es un piso pequeño, lindo y acogedor y lo mejor es que está historia de las mudanzas continuará, porque sabemos que no será el hogar definitivo, pero como es desde que comparto mi vida con la mujer que amo, será “nuestro hogar” y nos encargaremos de que así sea.



domingo, 19 de enero de 2014

abriendo la puerta

Puerta cerrada en la Ciudad Prohibida, Pekín. ©guidaí




Es justo como me gusta. Es de noche, tarde, muy tarde y todo está en silencio. Me dispongo a escribir. Ahora tengo un espacio donde soltar palabras al viento...

Todo está pefecto. La pantalla en blanco, una cerveza bien fría y el ventilador que alivie los casi cuarenta grados de temperatura que hay en esta noche de verano al sur del sur.
Todo perfecto. Pero pasan los minutos y la pantalla sigue en blanco. No sale ni una sola de las palabras que tengo guardadas en el alma. Ni una.

Ha sido demasiado largo el silencio...

Quizás, porque también ha sido un real misterio mi vida en estos últimos tiempos. Es muy difícil ponerle palabras sin tomar un poco de distancia para poder ver con más claridad. Me ha guiado una fuerza inexplicable y lo novedoso es que me he dejado llevar por ella.
Ese impulso me trajo de nuevo al lugar donde nací y si bien al principio no entendía mucho el por qué, ahora con el paso del tiempo, de los acontecimientos y las emociones, voy comprendiendo.
Creo que por primera vez en mi vida, respiré profundo y solo me dejé llevar, sin miedo a perder. Confié y eso hizo la diferencia.

Curiosamente la vida me ha dejado "la llave" que tanto busqué, exactamente en el lugar de donde un día partí, veinticinco años atrás. Tantas cosas han pasado en mí en este último tiempo, que tengo un ovillo de palabras por salir.
Este papel en blanco, desafiante, es un buen comienzo. Solo debo abrir la puerta... Y soltar y soltar...



sábado, 18 de enero de 2014

Un poco de mi


Es verdad, no resulta fácil escribir de nuevo, regularmente, sacando de las vísceras como lo hacía antes.  Y es porque estoy en una etapa muy tranqui de la vida, sin felicidades inmensas, y tampoco sin tristezas o dolor profundo, pero creciendo y alcanzando algo parecido a una paz que parece duradera.

Mi amiga Guidaí posteó hace poco en fb una carta abierta, sobre la nostalgia de los antiguos blogs, que un grupo de mujeres teníamos hace muchos años. También la nostalgia de nosotras; partí escribiendo para mí, para exorcizar, para salvarme, por amor a las palabras, pasión por las letras, una especie de terapia que fue pasando por épocas, y recuerdo que escribía con el corazón en llamas, muchas veces llena de dolor, muchas veces ahogada queriendo soltar.  En ese camino nos encontramos, conocimos a través de nuestros portales, como botellas lanzadas al mar, y con el tiempo algunas nos encontramos en la real life algunos años, para seguir luego cada una sus vidas, sin perder nunca el contacto, sin importar en que continente estuviéramos.

Y por esas sincronías, por el tiempo compartido, por las miles de historias, nació este proyecto común, que me tiene absorta, emocionada, feliz, y también un poco en blanco.  Nunca he sido de escribir ficción, tampoco se hacerlo, no soy una mujer política o activista, no defiendo grandes causas, no soy vegetariana, tampoco lesbiana de nacimiento; no fui a la u., tampoco he viajado mucho, y todo lo que conozco del mundo es a través de los libros y una larga vida.  Soy mas bien ermitaña, lectora incansable, y paso mucho tiempo sola aprendiendo de todo y aprendiendo-me; como cuando quiero, descanso, veo tv mientras hago cualquier cosa, películas, series, programas non-stop, y aparte del trabajo casi no veo gente.  Me gusta así, es como lo prefiero, huyo de los compromisos sociales casi todo el tiempo, detesto hacer cosas que no quiero y el mejor lugar del mundo es mi cuarto.  Tengo amigas queridas y familia que amo, a quienes veo poco, pero con quienes estoy en contacto siempre.  Los lazos con los míos/mías son pocos en cantidad, pero profundos, y permanecen a través del tiempo.

Y ahora estoy aquí, conminada por mí misma a escribir, que es la forma que conozco y disfruto, tanto como leer.  Es la forma de conexión con el mundo, que ahora a través de la tecnología que llega a nuestros dedos en un click, y que sigue estando en los libros.  Dos seres, escritor-lector, unidos a través de las palabras; dos seres que es posible que nunca se conozcan, que uno de los dos ya ni siquiera este vivo, y haya dejado sus escritos y son leídos después de muuuchos años.   Sangre Magenta es ahora un espacio para conectarnos de nuevo, una aventura, una apuesta, de la que solo espero cosas buenas.  Además porque la estoy compartiendo con mujeres sensibles, evolucionadas y con tema, y que a mi pesar, a veces hablen en difícil... jajajaja.  Y bueh, sino sería muy aburrido, saberlo todo y venir de vuelta.

Mi escritura es intimista, sensible, a veces poesía, a veces delirio, casi siempre pensamiento hablado, monologo continuo, por épocas críptico; amo las letras y la música que puedes formar con ellas, los textos bien escritos, los que escriben desde el alma, los irreverentes, los que se atreven.  Es mi camino, no mi meta, seguir escribiendo.

Historia en el autobús.



Eran las siete de la tarde cuando me senté en la línea 200 en la parada de Echo Park y Sunset al lado de Himelda. El autobús atestado de gente olía desde pollo frito hasta hombre sin ducharse pero Himelda olía a colonia barata. Una mezcla de cloro con desodorante Palmolive que al mezclarse con el resto de los olores hacía menos desagradable la cosa. Convengamos que si de perfumes se trata no es lo mismo tomar el 720 en Westwood que el 200 en MacArthur Park.

Mujer pequeña Himelda, de manos gordas, curtidas y pulseras de hilo. Con 63 años durante gran parte del día, aún limpia casas, el resto del tiempo lo divide entre los viajes desde Los Ángeles al Valle de San Fernando, donde se encuentra su iglesia y la casa de sus hijos donde fungue como niñera los fines de semana para que sus nietos dejen a sus padres descansar.

Cuando el autobús tomó la Alvarado se me ocurrió sonreirle a Himelda. Y la sonrisa dio pie al comienzo de una charla que terminó convirtiéndose en monólogo. Me paseó por su conversión del catolicismo salvadoreño  hasta los pentecostales de la iglesia de la esposa del cordero.

Línea Metro Gold. Destino Sierra Madre, CA (Foto: Vico)
-       ¡Fijese doña!- mirando las imágenes del televisor de la MTA mientra mostraba el incendio del momento en las colinas de Hollywood y con una Biblia en la mano- ¡Qué terrible esos incendios! Si parece obra del Demonio, pero no…ya sabe. ¿Si sabe, verdad? Estos son los últimos tiempos. Lo dice la palabra de Dios. Lo dice el Apocalipsis, ¿si lo ha leído verdad? Usted tiene cara de buena persona, ¿cree en el Señor Jesucristo? Yo estudio la palabra de Dios. No hay nada mejor que estudiar la Biblia, estudiarla con la verdad. Porque yo ahora, después de haber creido en Santos y ser Católica encontré a Cristo de verdad cuando me entregué a el para ser salva. Y fijese, ¡que mi vida cambió! Yo tenía cataratas, no podía ver  y entregué mi vida al Señor, el Pastor Márquez, un hombre de Dios hizo el milagro. Y fijese, que sin operación ni nada Jesucristo me devolvió la vista. Y eso no lo hacían los curas en El Salvador. No, no no…¡olvidese! Esos estaban para la guerrilla y los guerrilleros. ¡Comunistas eran! Pero aquí gracias al Señor, encontré la verdad. Como le decía, el apóstol Juan tuvo un sueño, el sueño de los últimos días donde solo los salvos seremos parte del reino del señor. Así que mire, esto de los fuegos, esto es lo que Jesús dijo que iba a pasar. ¡Si señor! ¡Alabado mi Señor! porque dijo la Biblia que en los últimos tiempos el mundo estaría como Sodoma y Gomorra, ¿si sabe verdad? La ciudad donde los hombres se acostaban con los hombres, ¡imaginese! Y ahora vió con eso de que los maricones se pueden casar, ya ve doña...estamos en los últimos tiempos. ¡Cómo un hombre se va a casar con otro hombre! La Biblia dice que el hombre que se acuesta con hombre, está condenado.
Lago de Echo Park, LA, CA. (Foto: Vico)

Durante 35 minutos, Himelda, la de las pulseras de hilos y las manos regordetas  dio un monólogo sobre la Biblia que ni el mejor evangelista gringo me hubiese dado desde un púlpito. Convencida de que todo lo que decía era la verdad absoluta y amparada en que hasta los mejores científicos del mundo coinciden en que la Biblia es el libro de Dios, por culpa de una sonrisa de cortesía y de una imagen de los fuegos iniciados por un loco, se dedicó de manera natural a ser junto a los perfumes del autobús, artífice  de un dolor de cabeza magistral mientras ella se fue contenta con su  obra evangelizadora  ignorando que  también leo la Biblia, que también voy a una iglesia y que de yapa, soy mujer que se acuesta con mujer.

viernes, 17 de enero de 2014

A modo de inicio.


Tengo la cabeza llena de historias, historias mías e historias ajenas. Pocas de ellas he compartido, la mayoría de guardarlas ya comienzan a pesarme. Es cierto que la memoria puede jugarme una mala pasada, ya hace bastante tiempo que al salir de casa, bajar once pisos en asensor, llegar al lobby del edificio, salir a la puerta de calle baja como un halo de conciencia sembrandome la duda de: “Algo me falta” y la mayoría de las veces debo emprender el camino de regreso en busca de algo olvidado.

Nunca he logrado tomarme demasiado en serio este asunto de contar historias. Pero las historias siguen acumulandose y cuando en alguna charla de amigos alguna sale de mi boca resibo muy a mi pesar, el conocido: “¿Y cuando vas a escribir?”
No tengo escapatoria. No voy hablar del pasado, de esa época donde me autobautizé Charruita, lo único que tengo es el presente y Vico es mi otro alter ego. Y aquí estamos.

Atardecer del primer día del año 2014, Griffith Park, LA (Foto: Vico)
Por ahí podría alguien hablar de un retorno, de una retornada. En realidad nunca me he ido, no retorno, siempre he estado. El silencio es parte de la permanencia. De ahí que mucho me recuerden, me busquen, me sigan y me lean otras cosas en otros espacios.
Un par de amigas blogueras me han insitado habitar una casa nueva. Y me vino bien la invitación. Me da confianza formar parte de un grupo con sangre magenta.

De aquí en más de mi parte solo me resta decir:  vamos a ver que sale.

jueves, 16 de enero de 2014

Primer Post

Este sitio nace de voluntades encontradas...
Un incienso, velas, unas copas, algo exquisito preparado por manos amigas, aire entrando por las ventanas, tal vez afuera el mar y la playa eterna, para volver caminando la tarde, muchos cojines para sentarse, o abrazar.
Y... escribir, debatir, compartir, protestar... soñar, desear, imaginar, creer... reir, jugar, aprender, pensar... leer, descubrir, querer, crecer...
Un abrazo inmenso... bienvenid@s!!!