Hoy hablando con
Guidaí y pensando en escribir algo, me ha nacido escribir de las mudanzas…
Alguna persona
que guste de las citas rápidas podría decir algo así como “por sus mudanzas las
conoceréis…” Y si bien es cierto podemos hablar y/o escribir de mudanzas
internas y externas, hoy hablaré de las externas, que causalmente van seguidas
o antecedidas de las internas, aunque la casa interna siempre es una misma, es
posible habitar en la cocina, o mudarse al salón o quizá trasladarse unas
semanas a la habitación. Creo que en lo personal estos últimos días estoy en el
jardín y la terraza de la casa interna de “yo misma”. Pero bueno eso es
menester de otro post.
A modo de
recuento cierro los ojos y pienso cuantas veces me he mudado de casa… y el
resultado es ¡muchaaaas!... Ya perfeccionaba mi estilo de “trotamundos” cuando
estudiaba, pues por tema de distancias y grupos de estudio, era factible que me
pasará varias semanas fuera de casa de mis padres, generalmente en los
alrededores de Santiago o incluso en el mismo Santiago, en pro de la ley
del mínimo gasto de tiempo en traslados y el máximo gasto de tiempo durmiendo y estudiando, no vayan a pensar que era una
empollona (matea), pero sí aplicada y organizada.
Mi primera casa,
me la dieron para vivir cerca de un trabajo, quedaba a una hora de Santiago y estaba
en territorio rural y yo la hice más rural, porque me cambie sin que la casa
estuviese terminada, es más creo que se llamaba casa por tener paredes, techo y
puertas. Era una casa abandonada que escogí y mande a reformar “conmigo adentro”
a mi completo gusto, dentro del escaso presupuesto asignado. Eso me costó estar
varias semanas sin luz, sin agua (no crean que soy sucia, me duchaba en mi
trabajo a 10 minutos en bicicleta, en ese tiempo tenía un trabajo curioso) y de
regreso, en cada lado del volante de la bici, un bidón de agua. Lo mejor vino
después de que todo estuviese marchando, las puestas de sol, mi perro, saxofón,
en invierno el fuego a tierra un buen vino y libros.
Un par de años
más tarde cruce el charco y comenzó mi expedición en el sur del norte. La
ciudad que me acogió dice tener unos 120 mil habitantes y se puede recorrer
caminando, pues yo, me mudé seis veces de piso en período de un año, y tuve casi
la misma cantidad de compañero/as de piso. Me puedo jactar de que conocí muy bien la ciudad y sus múltiples barrios y callecitas; digamos que la máxima calma
fue el siguiente año, cuando estuve ocho meses en un mismo piso, tiempo
suficiente para coger rutina y disfrutar.
Tras ello crucé
el charco nuevamente al sur del sur y otra vez cambiar de casa, ahora en un
barrio de todo mi gusto aunque bastante criticado por ser “snob”, en ese tiempo
era mucho más conveniente alquilar ahí, aunque era una pequeña caja de
fósforos, estaba muy bien y fue el epicentro de varias veladas. Me pase un año y meses por ahí, comprando
fruta en el kiosco de la vuelta, pan al frente, caminando mucho y paseando por
los bares los días libres, el pequeño mercadillo de cosas antiguas, el cine, el
teatro, las librerías.
Debo decir, en
justicia a mis raíces, que cada vez que
cruzaba el charco de regreso había un par de meses que me los pasaba en casa de
mis padres, situación que sucedió por última vez en esa oportunidad antes de
cruzar nuevamente el charco al sur del norte. Y otra casa nueva, aunque la
compañera de piso ya era conocida. Pero en ese piso pasé por dos de las tres
habitaciones en pocos meses. Y tras conocer a la mujer de mi vida, otro cambio
de casa, hogar que nos vio en pleno romance y contempló junto a nuestro
hijo-perro los inicios y cimientos de nuestra relación. Tras una breve expedición de vacaciones y estudios al
sur del sur, decidimos probar y trasladarnos (con camas y petacas) para intentar hacer la vida allá. Y
adivinen qué !Otra vez cambio de casa!, a un pequeño departamento muy bien
situado que nos acogió por cinco meses, para más tarde pasar por casas de las
amigas alternadamente hasta volver a cruzar el charco, está vez para vivir por algunos meses en casa de la familia de mi mujer en el pueblo, pueblo que le vio nacer y crecer, pueblo en el cual nos casamos.
He leído de
nuevo para corregir algunas faltas y me he mareado, tanto trajín, tanto cambio,
tanto volver a empezar, pero no es un reproche a mí misma, ni a la vida, por el
contrario es un agradecer porque como dije en un comienzo, se podría decir que
“por sus mudanzas les conoceréis”… Con ellas y en ellas han participado amig@s entrañables, que agradezco a la vida infinitamente, como me comentara una vez un amigo los lugares se hacen en su gran mayoría gracias a las personas que habitan en ellos...
Acabando ya de
hacer el recuento me he agotado, y eso que mañana taratatán tatán… ¡nos cambiamos
de casa!... Hoy fuimos a ver un piso muy “cuco” y “chulo” como dicen acá
(vendría a ser algo como muy lindo, muy cuidado) si decimos “cuco” podrían
pensar que el piso está habitado por fantasmas o al menos asusta, y si digo que
es “chulo” allá pueden pensar que es de baja categoría… en fin las cosas que
tiene la lengua; es un piso pequeño, lindo y acogedor y lo mejor es que está
historia de las mudanzas continuará, porque sabemos que no será el hogar
definitivo, pero como es desde que comparto mi vida con la mujer que amo, será
“nuestro hogar” y nos encargaremos de que así sea.