Tendría
como unos siete años cuando el juez de menores ordenó que pasara mis vacaciones escolares en la hacienda
donde vivía y trabajaba mi madre biológica, “Estancia La Victoria”. La verdad
sea dicha, a mi nunca me preguntaron si deseaba disfrutar de vacaciones en el
campo. De haberlo hecho mi “No” hubiese sido irreversible. Si bien la ciudad
donde nací no era que digamos la gran ciudad, desde que tengo uso de razón, he sido un animal urbano.
Detestaba
el campo con todo mi ser. Eso de mirar en lontananza hasta que la vista se
perdiera me daba sensación de vacío y el aullido de los lobos poblando cada
rincón de la noche interminable más que miedo, me generaba angustia. Pero
cuando uno es niño no se gobierna solo, y en aquel entonces, a mi más que
padres me gobernaba un juez.
En
la hacienda siempre había invitados y eso me agradaba porque me gustaba
observar a la gente grande proveniente de otros mundos diferentes al mío.
Gracias al cielo, una noche, hubo una fiesta. De esas fiestas en que los
adultos suelen ponerse un poco loco. Como siempre, mi madre se durmió antes y
de esa manera sigilosamente como felino dispuesto a la aventura, me escape de
la recámara y me fui a la sala donde la fiesta estaba en pleno apogeo.
Mis
ojos se llenaron de ilusión cuando ví un montón de gente extraña, diversa,
exótica riendo, bailando, besándose, fumando, tomando. Alguien tocaba el piano.
Alguien que confundí con un ángel. Y cómo desde temprana edad a mí los íconos
religiosos me estimulaban la piel sólo atine a pararme junto al magestuoso
instrumento.
Extasiada
contemplé el rostro anguloso de la pianista. Sus dedos largos jugando con las
teclas del piano, su movimiento de hombros, su piel blanca y sus ojos claros. El
imán de su alma se coló por mis ojos, por mis oídos, por mi dedos cuando tomó
mi rostro entre sus manos y me preguntó por qué razón no estaba durmiendo.
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Foto: forjanatura.com |
Entonces
sin pensarlo dije:
-Porque
extraño mi cama.
Sonríendo
me tomó de la mano y me sacó de la fiesta recordándome que no eran horas de
estar levantada. Cruzamos la sala, y me parecía tan flaca, tan alta, tan
elegante envuelta en un vestido sin espalda. Cruzamos el patio interior, el que
tenía un aljibe en el medio y baldosas en blanco y negro como tablero de
ajedrez...me parecía un hada con su pelo recojido, sus anillos de plata y sus
aretes redondos.
Me
parecía que caminar se había convertido en volar y que volar era maravilloso.
Me
parecía querer que la puerta de la recámara no llegara nunca.
- No
quiero dormir sola, tengo miedo - le dije.
- No
tienes que dormir sola, dormirás conmigo.
Así
fué que Noemí me llevó a su cama.
Una
cama grande, la cama más grande que mis ojos habían visto. Una cama de bronce,
con barrotes. Una cama alta, tan alta que pensé no podría subirme en ella.
Y
mientras frente al tocador quitaba su maquillaje, desabrochaba su ropa, se enfundaba
en su bata de seda mis ojos embelesados,
no podían dejar de mirarla.
Entonces recuerdo cómo un halo de energía nueva se apoderó de mi cuerpo. Una
revolución interna dió paso a la necesidad de querer tocarla.
Noemí
se metió en la cama. Supongo que algún instinto maternal se apoderó de ella y
yo que nunca fuí lenta, aproveché la situación para cumplir mi deseo, le abrazé.
- Me
gusta más tu cama que le mía - le dije.
- Quizá
te gusta porque es mi cama- me dijo.
Que hermoso y naive relato Vico!!! Que ternura, dulzura, simpleza..... también esa sensación de salir de una burbuja sepia para entrar a otra en colores pasteles, satin, brillos tenues, perfume.... hermoso!
ResponderEliminarGracias Santorini!!! Historias de vida. La cama era casi identica a la de la foto y desde entonces quiero una igual.
EliminarBello relato, bella historia, muy bien contada... Tengo la leve sensación de conocerla ya, eso es posible o estoy delirando?.
ResponderEliminarMe dio tanta risa "yo que nunca fui lenta"... jajaja desde chiquita!!
Un beso Vic y sigue nomas, cuenta tus historias a tu ritmo!! Yo feliz de leerte como siempre :)
Guidai, efectivamente la historia existe pero la reescribi y creo seguire reescribiendola pues es de mis primeras memorias de infancia donde mi naturaleza despertaba de manera fresca. El relajo lo hicieron los demas al condenar mi naturaleza. Gracias querida por tu fidelidad de leer mis historias.
EliminarSimplemente una delicia. Ritmo impecable, ingenuidad (la del recuerdo jajaja), detalles. Lo disfruté muchísimo! Gracias Vic :)
ResponderEliminarAthe, gracias por leer y comentar. Es importante que las familias sepan que nadie "se hace" gay lesbiana o transgenero. Es algo natural, tan natural que existe en los animales. Hay que apoyar a nuestros ninios cualquiera sea su naturaleza y genero.
EliminarQue lindo post, me pareció estar ahí al leer-te. GRACIAS!
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